El último informe sobre la calidad del aire en la provincia de León dibuja un panorama de contrastes. Aunque a primera vista los datos invitan a un suspiro de alivio, un análisis más profundo revela que no podemos bajar la guardia. Los niveles de contaminación se mantienen, en general, por debajo de los límites que marca la ley, pero ciertos contaminantes siguen siendo una amenaza silenciosa, especialmente en El Bierzo y la capital leonesa.
La información, extraída del informe oficial de 2022 de la Junta de Castilla y León, se basa en las mediciones de cinco estaciones públicas repartidas entre León y Ponferrada, y una privada en Toral de los Vados, perteneciente a Cementos Cosmos. La calificación global oscila entre «buena» y «razonablemente buena», pero el diablo, como siempre, está en los detalles.
¿Qué contaminantes son los más preocupantes en León?
Pese a la aparente tranquilidad, dos son los actores principales que ensucian nuestro aire: el ozono troposférico (O3) y las partículas en suspensión (PM10). Mientras que otros indicadores como el dióxido de nitrógeno (NO2) están bajo control, estos dos elementos exigen una vigilancia constante por sus efectos sobre la salud y el medio ambiente.
El ozono se ha convertido en el gran dolor de cabeza durante los meses de verano. Este contaminante, que se forma por la reacción de otros gases con la luz solar intensa, superó el valor objetivo para la protección de la salud en la estación de San Juan de Dios (León) durante 29 días en 2022. Este es un problema recurrente en muchas zonas de España, como confirman los informes anuales del Ministerio para la Transición Ecológica.
Por otro lado, las partículas PM10, polvo microscópico capaz de penetrar en nuestros pulmones, tienen un foco claro en El Bierzo. La estación cercana a la cementera de Toral de los Vados registró los valores más altos de la provincia, si bien no superaron el límite legal anual. Estos picos se asocian tanto a la actividad industrial como a los cada vez más frecuentes episodios de calima o polvo sahariano.

¿Son peligrosos estos niveles de contaminación?
Aquí reside la clave: que algo sea legal no significa que sea inocuo. La Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte de que no existe un umbral seguro para muchos contaminantes. Sus directrices son mucho más estrictas que las normativas europeas y nacionales que se aplican en León.
Según la OMS, la exposición prolongada a partículas y ozono, incluso en concentraciones consideradas «bajas», se asocia con enfermedades respiratorias, cardiovasculares y otros problemas de salud. Por tanto, aunque León aprueba el examen legal, todavía tiene un largo camino para alcanzar la excelencia en calidad del aire que recomienda la ciencia.
No todo son malas noticias. En el caso del dióxido de nitrógeno (NO2), un contaminante directamente ligado al tráfico rodado, tanto León capital como Ponferrada presentan niveles muy bajos, muy lejos de los límites que podrían activar protocolos de restricción de vehículos.
¿Qué se puede hacer para mejorar la calidad del aire?
La mejora pasa por una acción combinada. A nivel individual, reducir el uso del vehículo privado en favor del transporte público o la movilidad activa es fundamental. A nivel colectivo, es crucial seguir apostando por una industria más limpia, con tecnologías que minimicen las emisiones, y por una transición energética que reduzca la dependencia de los combustibles fósiles, principales precursores del ozono y otros gases nocivos.
En definitiva, el aire de León nos da un respiro, pero no un cheque en blanco. La vigilancia, la inversión en tecnología limpia y la concienciación ciudadana son las herramientas para garantizar que este respiro se convierta en un aire verdaderamente puro para las futuras generaciones.