¿Es Castilla y León una identidad real o un invento moderno?
Para muchos leoneses, zamoranos y salmantinos, la respuesta es clara: Castilla y León es una construcción política reciente que ignora siglos de historia. Esta idea, que a menudo se debate en voz baja, fue expuesta sin tapujos por el columnista Gustavo Rubio Pérez, quien califica la comunidad autónoma como «una mentira». Lejos de ser una simple provocación, su reflexión toca una fibra sensible: la de una identidad leonesa que se siente diluida en un ente administrativo percibido como ajeno y centralista.
La sensación de que dos regiones históricamente distintas, León y Castilla, fueron unidas de forma artificial en 1983, sigue generando un profundo malestar. No se trata solo de nostalgia, sino de las consecuencias prácticas de una unión que, según sus críticos, ha beneficiado a un eje centralista en detrimento de la histórica Región Leonesa.

Las raíces de una separación histórica
Para entender esta percepción, hay que viajar en el tiempo. El Reino de León no fue un apéndice de Castilla, sino una de las cunas políticas y culturales de la península. Fue una entidad con su propia monarquía, sus propias leyes y, sobre todo, su propio carácter. La historia oficial a menudo simplifica la Reconquista como un avance castellano, pero olvida el papel protagonista y la identidad diferenciada del Reino de León durante siglos.
Esta diferenciación no es una simple anécdota. Se materializó en hitos de una relevancia mundial que a menudo quedan sepultados bajo la narrativa de una España unificada prematuramente.
¿Qué fue el Reino de León y por qué es tan importante?
El Reino de León fue una de las potencias medievales más influyentes de la península ibérica. Su legado es inmenso, pero un hecho destaca por encima de todos: la celebración de las Cortes de León de 1188. Convocadas por el rey Alfonso IX, estas cortes son reconocidas hoy como el testimonio más antiguo del sistema parlamentario europeo. En ellas, por primera vez, el pueblo llano participó en la toma de decisiones junto a la nobleza y el clero.
Este hito fundamental de la historia de la democracia fue reconocido por la UNESCO al incluir los «Decreta» de León en el Registro de la Memoria del Mundo. Este reconocimiento subraya la existencia de un sistema político y social avanzado y propio, mucho antes de que se forjara la idea de una España unificada y siglos antes de que se concibiera el constructo de «Castilla y León».
El presente de una unión cuestionada
El malestar no solo se nutre de la historia, sino también del presente. La crítica principal se dirige hacia un modelo autonómico que se percibe como centralista, con un claro epicentro en Valladolid. Muchos ciudadanos de León, Zamora y Salamanca sienten que sus provincias han sido relegadas a un papel secundario, sufriendo despoblación y una falta de inversión y atención que contrasta con el dinamismo de otras zonas de la comunidad.
La pregunta, por tanto, sigue en el aire: ¿es posible forjar una identidad común sobre cimientos históricos tan dispares? Para una parte creciente de la sociedad leonesa, la respuesta parece ser un rotundo no. La defensa de su cultura, su historia y su derecho a existir como una entidad propia es un sentimiento que, lejos de desaparecer, gana fuerza con el paso del tiempo.