El silencio después del fuego es casi tan doloroso como el rugido de las llamas. En el Valle de Valdeón, en pleno corazón de los Picos de Europa, el olor a ceniza y la visión de un paisaje carbonizado han dejado paso a un murmullo de rabia e impotencia. Más de 2.000 hectáreas de un valor ecológico incalculable se han convertido en un manto negro, y los vecinos no creen que haya sido un accidente.

La sensación que recorre las calles de los pueblos es unánime: el fuego fue provocado. «Aquí se mueve efectivo con esto», comentan en voz baja pero con la certeza de quien conoce el terreno y sus secretos. Se sienten abandonados por la administración, simples espectadores de cómo su modo de vida se consume sin que nadie ponga remedio.
¿Qué se ha perdido realmente en el Valle de Valdeón?
La cifra de hectáreas quemadas es solo un número frío que no refleja la verdadera magnitud de la catástrofe. Lo que el fuego ha devorado es el futuro de muchas familias ganaderas, el sustento de una comarca que vive de sus pastos, de su famoso Queso de Valdeón y de un turismo que busca precisamente la naturaleza virgen que ahora yace calcinada.
Vecinos como Herminio han visto cómo su ‘mayada’, la cabaña de pastores que era un legado familiar, quedaba reducida a escombros. Otros han perdido establos, pastos para el invierno y, sobre todo, la esperanza. Cada árbol quemado es un golpe directo a la economía local y a la herencia de generaciones que han cuidado estas montañas.
¿Por qué los vecinos creen que el fuego fue intencionado?
La sospecha de que detrás del desastre hay intereses económicos no es una idea descabellada para quienes viven allí. Se habla de posibles maniobras para abaratar el precio de los cotos de caza o de rencillas relacionadas con la gestión de los pastos. La intencionalidad, lamentablemente, es una de las principales causas de incendios en España, como confirman los datos de las últimas horas con más de 100 detenidos en toda España.
La frustración crece al percibir que, a pesar de las recurrentes tragedias, no se invierte lo suficiente en prevención. Los vecinos se sienten desprotegidos, atrapados en un entorno de un valor natural extraordinario, parte de la Red de Parques Nacionales, pero con una gestión que consideran deficiente y lejana a sus necesidades reales.
La indiferencia que más quema
Más allá de la autoría del fuego, lo que más duele en Valdeón es el sentimiento de abandono. Sienten que sus problemas no resuenan en los despachos, que sus advertencias sobre el peligro de incendios caen en saco roto y que, una vez que las llamas se extinguen y las cámaras se van, vuelven a quedarse solos con sus cenizas y su incertidumbre.
¿Qué futuro le espera a la ganadería en la zona?
El futuro inmediato es sombrío. Sin pastos, la ganadería extensiva, pilar de la economía local, se enfrenta a un desafío mayúsculo. La recuperación de un ecosistema tan valioso como el del Parque Nacional de Picos de Europa llevará décadas, un tiempo que muchos pequeños ganaderos no pueden permitirse esperar. La pregunta que flota en el aire es si este incendio será la estocada final para un modo de vida que lucha por sobrevivir frente a la despoblación y la falta de apoyo institucional.