La tierra se agrieta en el Órbigo y la paciencia también
En la vega del Órbigo, una de las comarcas más fértiles de León, la tierra no solo tiene sed, sino que clama justicia. Cientos de familias que cultivan pequeños huertos para autoconsumo han visto cómo, de un día para otro, el grifo del agua se cerraba. La decisión de la Confederación Hidrográfica del Duero (CHD) de restringir el riego para los considerados «huertos de ocio» ha encendido la mecha de un conflicto que va más allá de unas cuantas hortalizas.
Lo que para la administración es una medida necesaria ante la escasez, para los afectados es un golpe directo a su economía familiar, a una forma de vida sostenible y a una tradición profundamente arraigada. Estos pequeños terrenos no son un pasatiempo de lujo; son la despensa de muchas casas, una fuente de alimentos frescos y saludables que ahora se ve amenazada.

¿Por qué se restringe el agua solo a los huertos de ocio?
La raíz del problema se encuentra en la prolongada sequía que afecta a la cuenca del Duero. Según el marco legal de la planificación hidrológica, en situaciones de escasez se establece un orden de prioridad en el uso del agua. El consumo humano es lo primero, seguido de los regadíos concesionados para la agricultura profesional. Los usos recreativos o de ocio, categoría en la que la CHD engloba a estos huertos familiares, quedan al final de la lista.
Sin embargo, los afectados argumentan que esta clasificación es injusta. Sostienen que el impacto de sus pequeñas parcelas en el consumo total de agua es insignificante en comparación con las grandes explotaciones agrarias. «No pedimos para llenar piscinas, pedimos para poder comer de nuestra tierra», es el sentir generalizado en localidades como Veguellina de Órbigo, donde la protesta se está gestando.
La organización ciudadana como respuesta
Ante lo que consideran un agravio, los hortelanos han decidido pasar a la acción. Se están organizando para crear una plataforma de afectados que defienda sus intereses y dé visibilidad a su situación. El objetivo es claro: demostrar que sus huertos cumplen una función social y económica vital, proveyendo de alimentos de kilómetro cero y aliviando la carga de la cesta de la compra.
Esta movilización busca abrir un diálogo con la administración para encontrar soluciones que no pasen por la prohibición total. Piden que se reconozca el valor del autoconsumo y se establezcan criterios más flexibles que tengan en cuenta la realidad de la agricultura a pequeña escala.
¿Cuál es la situación actual de los embalses en León?
La preocupación no es infundada. Los datos oficiales reflejan un panorama complicado. El embalse de Barrios de Luna, clave para el sistema del Órbigo, se encuentra en niveles muy bajos para esta época del año, una situación que se repite en otros pantanos de la provincia. La situación hidrológica de los embalses gestionados por la CHD muestra una tendencia preocupante que obliga a tomar medidas de gestión restrictivas.
Este escenario, agravado por el cambio climático, pone de manifiesto la creciente tensión por un recurso cada vez más escaso. Conflictos como el del Órbigo son un aviso de los retos que la sociedad debe afrontar en la gestión del agua, un bien común fundamental que es objeto de políticas cada vez más complejas, como las que se abordan desde el Ministerio para la Transición Ecológica.
¿Qué impacto económico tienen estos huertos familiares?
Aunque a menudo se les reste importancia, el impacto de estos huertos es considerable. Para muchas familias, suponen un ahorro de cientos de euros al año en la compra de frutas y verduras. Además, fomentan una economía circular a pequeña escala, ya que los excedentes a menudo se comparten o intercambian en la comunidad local. Calificarlos simplemente de «ocio» ignora su papel como herramienta de resiliencia económica y seguridad alimentaria para un importante sector de la población rural.