Un proyecto, dos visiones: la polémica red de calor de León
León se encuentra en medio de un acalorado debate que divide a la ciudad. Por un lado, una promesa de energía limpia y sostenible para miles de hogares. Por otro, el temor de los vecinos a una «incineradora encubierta». La protagonista de esta controversia es la nueva red de calor con biomasa, un proyecto que busca modernizar la infraestructura energética de la capital pero que ha chocado con una fuerte oposición social, especialmente en el barrio de Puente Castro, donde se ubica la central.

¿Qué es exactamente la Red de Calor de León?
Para entender la polémica, primero hay que saber de qué hablamos. La red de calor es un sistema de calefacción centralizada a gran escala. Una única central genera calor y lo distribuye a través de una red de tuberías subterráneas a edificios públicos, empresas y viviendas. En este caso, el combustible elegido es la biomasa forestal, es decir, astillas y restos de madera procedentes de limpiezas de montes cercanos. El proyecto, gestionado por la empresa Energía y Aguas de León (EALSA), una sociedad mixta entre el Ayuntamiento y la multinacional Veolia, tiene como objetivo sustituir la antigua central térmica de carbón, mucho más contaminante, y ofrecer una alternativa más económica y ecológica a las calderas individuales de gasoil o gas.
La defensa del Ayuntamiento y la desconfianza vecinal
Desde el consistorio, con el alcalde José Antonio Diez al frente, la defensa es firme. Se presenta como un avance crucial hacia la sostenibilidad, argumentando que reducirá drásticamente las emisiones de CO2 y aprovechará recursos locales, generando empleo y riqueza en la provincia. Sin embargo, colectivos como la «Plataforma por el Futuro de León» no comparten este optimismo. Su principal temor es que la planta acabe quemando no solo biomasa limpia y certificada, sino también otros tipos de residuos, convirtiéndose en una incineradora de basuras con graves riesgos para la salud y el medio ambiente del entorno.
¿Es biomasa o es una incineradora de residuos?
Esta es la pregunta clave del conflicto. Técnicamente, son tecnologías distintas. Una central de biomasa está diseñada para quemar materia orgánica específica y controlada, como la madera. Una incineradora, en cambio, procesa una mezcla heterogénea de residuos sólidos urbanos. Los promotores del proyecto insisten en que la planta de León utilizará exclusivamente biomasa forestal con certificación de sostenibilidad. Organizaciones como la Asociación Española de Biomasa (AVEBIOM) explican que estas instalaciones, si se gestionan correctamente, son una fuente de energía renovable segura. La desconfianza ciudadana, sin embargo, persiste, alimentada por la falta de una comunicación que consideran clara y transparente desde el inicio.
¿Qué beneficios y riesgos reales existen?
Los beneficios teóricos son claros: reducción de la huella de carbono, menor dependencia de los combustibles fósiles, estabilización de los precios de la calefacción y fomento de la economía forestal local. Los riesgos, por su parte, se centran en el control de las emisiones. Aunque la tecnología moderna es muy eficiente, una mala combustión o el uso de material inadecuado podría liberar partículas nocivas al aire. El mayor reto del proyecto no es solo técnico, sino también social: demostrar con hechos y transparencia que es una apuesta segura y beneficiosa para todos los leoneses y no solo una solución impuesta.